Hace unos días me propusieron escribir un artículo de opinión sobre la brecha de género que se produce en la educación universitaria española en las carreras técnicas. Acepte por dos motivos, soy mujer y además, mi carrera profesional se ha desarrollado en un sector mayoritariamente masculino, las TIC. Actualmente soy investigadora y docente e imparto una materia en la qué, aunque muchas de mis estudiantes son del sexo femenino, esa representación no se ve trasladada al ámbito profesional, diseño de videojuegos.
“Las chicas son guerreras” es el título de un artículo que escribí hace unos años, donde hacía un análisis del tipo de videojuegos que le podrían gustar a las mujeres. Bien podría ser ese el título de esta reflexión, aunque tras los últimos datos reflejados en los diferentes estudios realizados, deberíamos cambiar el tiempo verbal, “las chicas fueron guerreras”.
Todo indica que la lucha de las mujeres desde la obtención de su derecho a voto hasta las políticas de conciliación, a día de hoy no ha obtenido el efecto con el que las primeras sufragistas hubiesen soñado. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿qué es lo que está pasando?. ¿Porqué las mujeres no participan activamente en la ciencia, entendiendo esta como uno de los principales instrumentos para cambiar el mundo, la sociedad y en consecuencia su propia vida?
¿Es una cuestión de genética o es una cuestión social?
En primer lugar es importante constatar que los estudios científicos señalan que la “capacidad intelectual no conoce género”.
Desde que el ser humano comienza su etapa sedentaria los roles de ambos sexos se han ido conformando de forma férrea, mientras los hombres salían a cazar las mujeres se quedaban en casa cuidando del hogar y de los hijos; posiblemente en un primer momento esta decisión se tomo porque las mujeres son las que paren, las que cuidan y quizá también por la propia constitución física del sexo masculino.
A medida que las sociedad ha ido evolucionando estos roles se han determinando cada vez más. Los hombres han continuado saliendo de casa a buscar sustento, guerrear, ¿a jugar?; mientras las mujeres se quedaban en casa cuidando, nutriendo, manteniendo.
A lo largo de todas las épocas encontramos nombres de mujer que han pasado a la historia por su contribución en ámbitos científicos desde Hipatía de Alejandría –matemática- nacida en el siglo IV; Sophie Germain –matemática- nacida en el siglo XVIII; Ada Lovelace la primera programadora que vivió en el siglo XIX- hasta Marie Curie la primera persona en obtener dos premios Nobel, Jocelyn Bell –astrofísica- ó Margarita Salas -bióloga molecular- en el siglo XX por citas algunas.
Si observamos las fechas en las que estas mujeres desarrollaron su carrera vemos como el número de científicas ha aumentado en el último siglo, lo que nos puede llevar a pensar que la evolución social así como el desarrollo económico y tecnológico ha permitido el acceso de la mujer a estudiar y sobre todo a encaminar su interés hacia temas del saber que hasta la fecha era patrimonio mayoritariamente del sexo masculino.
Pero las cifras que acabamos de ver en los estudios realizados muestran que todavía no se ha llegado a la plena igualdad. Porqué, si la sociedad ha avanzado, cuenta con políticas de igualdad, medidas de conciliación; en suma es más consciente del papel de la mujer no sólo como cuidadora de la familia y sustentadora de la misma, sino como materia gris que puede y debe contribuir al fortalecimiento y evolución de la humanidad, permite que la mujer se aleje del saber que le puede autorizar para cambiar el mundo.
Posiblemente la respuesta la obtengamos en la anécdota que Elisa Martín – Directora de Tecnología e Innovación de IBM mencionó en una mesa redonda organizada en la Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid; Ante una oferta de promoción interna en una empresa, la mayoría de las chicas lo primero que dirían es ¡yo no sé si seré capaz!; mientras que el hombre preguntaría cual es su próximo paso. Ni lo uno ni lo otro.
La respuesta femenina demuestra falta de confianza en si misma. Y posiblemente esa poca determinación en el ámbito laboral se encuentra de forma atávica inmersa en nuestro ADN desde el principio de los tiempos. Puesto que hasta ahora la única responsabilidad de las mujeres ha sido cuidar, nutrir, mantener; ya que si ellas no hacen su trabajo significaría la desaparición de la organización social en la que estamos inmersos desde el neolítico.
Ha llegado pues la hora de evolucionar y seguir avanzando en el camino que otras antes de nosotros iniciaron.
“las chicas son guerreras y la fuerza nos acompaña”